16 de marzo de 2014

¿Dónde está la verdad?

Este escrito estaba por ponerlo hace días, pero complicaciones de la vida me impidieron subirlo al blog hasta ahora. Quiero compartir una reflexión que me vino a la cabeza la semana pasada, cuando escuchaba el Evangelio de la primera semana de Adviento (Mateo 4: 1-11). Esta lectura trata sobre las tentaciones de Jesús en el desierto, un pasaje del Nuevo Testamento ciertamente rico en interpretaciones y análisis. 

Lo que me llamó la atención mientras escuchaba al sacerdote leer la lectura, es que el Diablo UTILIZA PASAJES DE LA BIBLIA para tentar a Jesús. Es decir: la "justificación" usada para tratar de confundir al Hijo de Dios es nada más y nada menos que la Sagrada Escritura.

En teoría, al menos para un católico, ¿qué cosa podría ser más confiable que la Biblia? ¿Cómo es posible equivocarse si se sigue la Palabra de Dios?

Esto me hizo pensar en cuántas veces hemos, todos, usado "pretextos" basados en cosas "buenas", justificadas en "autoridades reconocidas", o en fuentes "verídicas". 

La clave está, por supuesto, en la manipulación o interpretación que se le de al pasaje en cuestión. Porque, en la vida real, CUALQUIER COSA puede manipularse, desviarse de la intención original, malinterpretarse... Aún con las mejores intenciones (que, como bien dice el conocido dicho "de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno").

Esto es un peligro mayor para TODOS, y una tentación en la que caemos a veces, quizás sin darnos cuenta. Para mi, el mayor peligro, y lo que más me preocupa, es cuando tendemos a arrastrar y forzar a otros a estar de acuerdo con nuestros argumentos. Y basamos nuestra posición en alguna justificación "autorizada", sea la Biblia, lo que dijo el párroco, lo que leímos en una Encíclica... 

Cada vez que escribo en este blog, uno de los temores que tengo es que mis palabras puedan arrastrar a otros a pensar algo incorrecto, simplemente porque se convenzan con lo que está escrito aquí es "la verdad".
En realidad, la única VERDAD es Dios, todo lo demás son acercamientos que los humanos hacemos (o tratamos de hacer) hacia esa Verdad. Cada uno de nosotros tiene un porciento de razón en lo que pensamos (y decimos, y escribimos), pero difícilmente algún individuo tiene la última palabra en todo. Aún el Papa, cuando habla de temas no relacionados con la Iglesia, puede ser falible. Y la Iglesia ciertamente se ha equivocado en muchísimas cosas durante su historia de más de 2,000 años, a pesar de que el Magisterio de la Iglesia es probablemente la mejor salvaguarda del mensaje de Dios.