12 de septiembre de 2012

Cruz Peregrina y otros recuerdos

Corría el año 1987 y por mi comunidad del Carmen en Santa Clara pasaba la Cruz Peregrina del V Centenario de la Evangelización. Es bueno recordar que éstas fueron unas cruces que el Papa Juan Pablo II entregó a las Conferencias Episcopales del continente americano, para que peregrinaran por todas las diócesis durante el novenario (1984-1992) en preparación para la celebración de los 500 años de la llegada del Evangelio a tierras del "Nuevo Mundo". En el caso de Cuba, la cruz se paseó prácticamente por todos los templos del país, y en nuestra parroquia en particular la tuvimos una semana completa.

Fue ésa una semana preparada con mucho esmero y deseo por los miembros de la comunidad. Cada noche había una misa, animada por un grupo diferente, y las ceremonias de recibimiento y despedida de la Cruz fueron "grandes celebraciones" -al menos grandes desde la pequeña escala a la que estábamos acostumbrados en esa época en Cuba. En el momento que la Cruz llegó a Santa Clara, estaban todavía frescos los ecos del ENEC (Encuentro Nacional Eclesial Cubano, Febrero de 1986). La Iglesia Católica en el país experimentaba un lento y modesto depertar, después de años de ostracismo y persecución -persecución a veces abierta, otras encubierta...

Por eso no fue extraño ver que el templo "se llenara" de personas, algo que dos años atrás hubiera parecido imposible. La "marea alta" de cubanos volviendo a la Iglesia (o al menos mostrando un interés en ella) apenas comenzaba; el pico se alcanzaría a principios de los años 90, con el advenimiento del tristemente célebre "Período Especial"... Pero nosotros no teníamos ni la más mínima idea de lo que se nos avecinaba, así que por el momento disfrutábamos de ese instante de "celebridad" y "fama" en que de pronto se veía envuelta la Iglesia -y por ende sus miembros, que hasta hacía poco éramos considerados como parias en aquella sociedad abiertamente atea.


Yo tenía apenas 16 años, pero recuerdo bien las celebraciones en torno a la Cruz peregrina porque era el responsable de los monaguillos de la parroquia en esos tiempos. Y la semana de la Cruz fue la primera vez en que todos los monaguillos del Carmen (que totalizaban apenas 8 muchachos) se desempeñaron en "roles protagónicos" durante las misas. Por "protagonismo" me refiero a ser el turiferario durante una celebración (el turiferario es aquel que lleva el turíbulo, y normalmente encabeza la procesión de entrada). Anteriormente, apenas 2 o 3 de nosotros habíamos desempeñado esa responsabilidad, pero la visita de la Cruz significó la oportunidad de que todos pudieran aprender y disfrutar de estos momentos.

El recibimiento y despedida de la Cruz afuera del templo, en el parque que rodea la iglesia del Carmen, fueron también ocasiones fuera de lo común. Porque, en aquella época, no era normal, ni permitido, que las celebraciones de la Iglesia salieran afuera de los templos. El único momento que yo recuerdo que se hiciera algo "afuera" de los templos en esos tiempos, eran los Sábados Santos, para la liturgia del fuego, cuando se encendía el carbón en el atrio de la parroquia. Pero eso era realmente parte de la edificación, no fuera de sus límites. Y usualmente se hacía a las 10 de la noche, durando apenas 5-10 minutos. La celebración de la Cruz fue algo mucho más abierto y difundido, y numerosas personas que no iban a la Iglesia participaron de aquellos momentos como no se había visto en mucho tiempo. Fue una especie de preludio, avance de las celebraciones externas y procesiones que vendrían en los años siguientes, cuando a la Iglesia se le "permitiría" nuevamente una presencia menos recluída. 

Pero todo no fue positivo ni perfecto. Como en cualquier acontecimiento humano, siempre hay otras aristas menos elegantes. Yo recuerdo, especialmente, el interés de algunas personas en acaparar unas pequeñas cruces que se repartieron en las celebraciones. Un muchacho del barrio, que nunca había ido a la Iglesia, pero al que conocía de jugar pelota en la calle, me comentó la cantidad de cruces que había conseguido. No sólo en el Carmen, sino también en otras parroquias de la ciudad. Según él, pensaba vender algunas de las cruces -a las personas que no habían podido asistir; y otras las guardaría para él, como "protección" personal. 

Uno no puede menos que sonreír pensando en este doble sentido de "mercantilizar" las cosas de la fe, y a la misma vez esperar que por tener unas cruces plásticas se pueda estar "protegido" de todo mal. Pero en ese muchacho se reflejaban perfectamente el incipiente interés religioso de la época, y los primeros intentos de comercialización "capitalista" en la Cuba socialista de fines de los 80 del pasado siglo. 

Los años que siguieron aumentarían esta doble presencia de lo religioso y lo capitalista en la sociedad cubana. Si bien hubo algunos que trataron de apagar ambas iniciativas, los acontecimientos de la nación en los 90 (extrema pobreza y una pequeña liberalización en el control que ejercía el Estado) de hecho promoverían ambas cosas.

Yo no creo que nada de esto fuese malo o bueno en sí mismo. El despertar del interés por lo religioso en la población cubana -después de tres décadas de ateismo oficial- fue ciertamente una oportunidad interesante. Por desgracia, en muchas ocasiones las personas dentro de la Iglesia no pudimos (o no supimos) trasmitir el Evangelio en su PLENO sentido. Esa vivencia de Cristo que cambia la vida de la persona, y va mucho más allá de los simples símbolos externos, o las celebraciones superficiales. Sí, los templos empezaron a llenarse, pero eso no significó necesariamente que fuéramos mejores como personas (o como país).

En cuanto a los experimentos capitalistas y mercantilistas... lo mejor que puede decirse es que el cubano demostró una gran inventiva y deseos de salir adelante. Y se demostró en la práctica lo importante de la iniciativa privada. Pero a la misma vez, todos los males del mercantilismo nos cayeron a una vez, en una especie de versión empeorada del peor capitalismo posible...

Para el momento que se celebraron los 500 años de la Evangelización en América, en 1992, ya todas esas realidades se habían convertido en algo cotidiano para los cubanos.

Pero en aquel entonces, y todavía hoy, 20 años después, seguimos necesitados de recibir a Cristo en nuestros corazones. De verdad. 

Ojalá y el recuerdo de esa Cruz peregrina nos anime e invite a comenzar. Una vez más.

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