31 de octubre de 2011

¿REZAR EL ROSARIO?

Termina Octubre, mes tradicionalmente dedicado al Rosario. Por coincidencias de la vida, hemos recibido otro escrito de mi mamá, Nelia Triana Pruna, quien desde Miami comparte sus vivencias personales sobre esta importante oración. ¡Muchas gracias por tu apoyo al blog! Y de paso aprovechamos para recordarte hoy, que fuera tu aniversario 41 de Bodas, estamos seguros que papi desde el Cielo estará también leyendo tus escritos.

¿Rezar el Rosario? 
Por Nelia I. Triana Pruna.

El rezo del Rosario es una práctica de piedad que los jóvenes (y otros no tan jóvenes) consideran absurda, obsoleta, cansona, sin ningún atractivo ni fruto espiritual, es el “duérmete mi niño” de los viejitos para que no hablen tanto.



Y es cierto que, a veces, en algunos templos, si llegamos en medio de su rezo, el sonsonete que se escucha es aburridor y desacompasado, nada que ver con la oración.

Pero rezar el rosario, de manera personal, mientras se espera turno para el médico o el peluquero, el ómnibus o el tren, o mientras caminamos hacia el trabajo, podría ser una práctica muy beneficiosa, porque de esta forma estaríamos evitando charlas insustanciales y chismorreras (las que se suelen fomentar en estas esperas) y nos estaríamos ayudando a entrar en nuestro interior, revisar nuestros cariños, refrescar nuestras aspiraciones, reavivar las intenciones de oración por enfermos y amigos, en fin, el rezo del rosario puede ser el vehículo idóneo para encontrarnos de manera personal con Dios, para transportarnos a ese Sancta Sanctorum del alma, un viaje que demasiadas veces dejamos para después.

Todos los Misterios del Rosario son otros tantos caminos de meditación, ofrecimiento, comunicación con Dios. Veamos por ejemplo, los Misterios Luminosos, que aportan un elemento único, pues en ellos se puede seguir a Jesús siempre en medio de la gente, con mensajes de esperanza, de futuro. Rezarlos es caminar con Él en todo su increíble recorrido por la tierra: asombrarnos y purificarnos con Su bautismo, alegrarnos y celebrar con el vino de las Bodas de Caná, asimilar sus estupendas parábolas y enseñanzas, maravillarnos con su Transfiguración, llenarnos de Su Amor en el Milagro de los Milagros de la Última Cena.

Al terminar el rezo, tendremos el alma encantada, impregnada de la fuerza del Amor de Cristo, entusiasmada con Su misión, -que es la nuestra- y con la esperanza restaurada porque la Luz de estos Misterios se nos revela al rezarlos, vemos claramente que Dios quiere la felicidad plena para nosotros, con ellos hemos pasado por la purificación, la alegría sana, la escucha atenta, la anticipación de la Gloria Eterna, el fortalecimiento espiritual continuo.

Y así vemos la verdad que nos está rondando y que nos negamos a admitir: nuestras vidas no pueden ser lo mismo una vez que reconocemos a Cristo, porque estamos llamados a una vida superior en todos los sentidos, vida cuyo camino es nuestra vida. Ver y analizar esto es ya una manera de alcanzar esa Vida Superior.

Ojalá que, cuando tomemos un Rosario en las manos, nos demos cuenta de que tenemos en ellas una puerta que se abre a un camino de encuentro íntimo y personal con nosotros mismos, con Dios, con la Eternidad.

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