20 de septiembre de 2011

ESPIRITUALIDAD DE MUÑEQUITOS RUSOS

Cuando uno sale de Cuba, una de las muchas cosas que impresionan es el encontrar acceso fácil e ilimitado a Internet. Contrasta mucho con la experiencia que uno trae de la isla, con un control rígido de la red electrónica, conexiones lentas y acceso muchas veces parcial. La sociedad en Cuba, en su inmensa mayoría, no está incorporada en esta “era digital” tan normal en muchos otros lugares del planeta. Cuando nosotros llegamos a Canadá en el 2006 nos sorprendió encontrar tantas cosas que podían hacerse en Internet. Y tanta información que podía encontrarse allí. Cierto que no todo es bueno, ni todo es verdadero, ni todo lo que brilla en el ciberespacio es oro… ¡Pero era tan asombroso asomarse a este nuevo “universo” al alcance de unos pocos clics del “ratón”! Sólo bastaba con poner en cualquier buscador una palabra o frase y siempre aparecía algo.

En uno de esos momentos de exploración, me dio por poner en Google: “Muñequitos Rusos”. Y, bingo, aquí había un sinnúmero de sitios con videos de estos dibujos animados con los que creció mi generación en Cuba. ¡Había incluso un blog (de igual nombre) sobre los muñequitos de la época! Para aquellos que quieran alimentar antiguas nostalgias infantiles, pueden encontrar el vínculo del sitio aquí: (http://munequitosrusos.blogspot.com/).



En mi caso personal, con gusto recorrí muchos de los escritos de ese blog, disfruté las imágenes que habían juntado allí, abrí algunos de los archivos de video disponibles, leí comentarios de tantos que sintonizaban con la autora del blog… Y con la misma regresé a la vida normal y los desafíos cotidianos. En estos 5 años he vuelto al blog unas pocas veces más, cada vez más espaciadas, cada vez las visitas son más superficiales y rápidas. No tiene nada que ver con la calidad del blog, que considero razonablemente bueno. Ni tampoco se relaciona con que hace más de año y medio que no ponen nada nuevo en el sitio. La realidad es que, dentro de las prioridades de la vida, sentarme a recordar “los muñequitos” de mi niñez no es lo más urgente.

Quiero aclarar que me parece muy bueno el recordar. Y ciertamente es muy sabio el volver a la infancia (ese evangélico llamado a “hacerse como niños”). También es bonito, de vez en vez, alimentar la nostalgia… Pero más allá de esto, los muñequitos, sean rusos, americanos o extraterrestres, no dan para más, al menos en la vida de un adulto.

Y entonces, por asociación, pienso en cuántas veces extendemos esta “espiritualidad de muñequitos rusos” a otras cosas que son (o debieran ser) más importantes. Por ejemplo: cuántas veces miramos a la Iglesia como algo a lo que se puede volver de vez en vez (no necesariamente de manera frecuente), como para recordar “buenos momentos” que se vivieron, nostalgias de encuentros o experiencias, muchas veces en el pasado… Por ejemplo: cuando vamos a la Iglesia quizás sólo por Navidad, o si una persona cercana ha muerto. O cuando se recuerdan momentos en un “colegio católico” al compartir una cerveza con viejos compañeros de escuela en una fiesta cualquiera (bueno: nuestra generación creció en Cuba sin ninguna educación religiosa, exceptuando la de la catequesis y/o la familia). O cuando nos acordamos de rezar sólo en momentos de enfermedad o de necesidad. En fin: como algo transitorio, variable, ajustable a nuestro programa de vida siempre tan complicado, sin mucho compromiso ni enredos.  

Este mismo blog que escribimos quizás es culpable de esta “onda retro”, de escritos “del recuerdo”, de momentos que ya pasaron en la Iglesia… Como la música hispana de los 60, las canciones de los Beatles, los seriales cubanos de televisión, los ya mencionados muñequitos rusos -o cualquiera otra cosa que el lector quiera añadir en este rincón nostálgico. Si esta ha sido la impresión de nuestros escritos, pedimos disculpas de corazón.

Porque lo que pasa es que el desafío evangélico nunca se escribe en tiempo pasado, es siempre en tiempo presente. Y nuestras pasadas vivencias eclesiales, aún cuando puedan ser motivo de alegría (o tristeza), satisfacción (o frustración), son sobre todas las cosas un recordatorio de seguir adelante. Y la fe en Jesucristo nos llama a la acción constante, no a la complacencia o al regodeo pasajero.

Vaya, algunos dirán, ya hasta nos malearon los muñequitos de la infancia. No, para nada. Pero no nos quedemos sólo allí. Detengámonos, está bien si así lo queremos, a contemplar los recuerdos del pasado, los buenos y malos recuerdos. Pero démosle el justo valor que tienen. Como algo del pasado. Sólo eso.

Y no nos olvidemos del presente que está aquí en este mismo instante. Ahora precisamente es el momento de actuar, de involucrarse, de responsabilizarse, con el Reino de Dios. Lo que hicimos en el ayer, bueno o malo, está ya en las misericordiosas manos de Dios. Pero si estamos vivos en el presente es porque ahora mismo estamos llamados a hacer algo más, a comprometernos más. La espiritualidad cristiana es mucho más exigente que nuestros tiernos o nostálgicos recuerdos.

Es importante mantener nuestras raíces, recordar de dónde vinimos, de dónde nos hemos nutrido en nuestro crecimiento como seres humanos y como cristianos. Pero es igualmente importante comprometernos con ese futuro que espera por nuestros esfuerzos presentes. Así que a continuar por este camino, siempre adelante, siempre hacia el futuro. 

Y para terminar por hoy nada mejor que la palabra final de los muñequitos rusos: “конец” (Koniec o Fin).

1 comentario:

Abby dijo...

¡Muy buena reflexión! Los recuerdos forman parte de nuestro ser, pero deben ser un motor impulsor y no un lastre, deben movernos a hacer mejor nuestras vidas y las de los que nos rodean. Detenernos a recordar puede ser hermoso, y cuando recordamos junto a amigos y familiares, mucho más, y a veces es hasta necesario este ejercicio de la memoria para afianzar nuestras raíces y podernos enfocar en el presente con firmeza para construir el futuro. Las pausas se necesitan, sí, pero "caminar el camino" de la vida es realmente lo esencial. Por algo a los primeros cristianos los llamaban "los del camino"