18 de marzo de 2011

IMPRESIONES DIVERSAS DESDE UN LUGAR DIFERENTE

Por razones de trabajo me encuentro en Auckland, Nueva Zelanda (y Tere y Ana están en Cuba, por eso no hemos podido poner muchos más comentarios en el blog). El hotel donde me hospedo está a sólo dos cuadras de la Catedral St. Patrick and St. Joseph, así que en las mañanas aprovecho para ir a misa de 7 am allí antes de seguir para la Colección Nacional de Insectos de Nueva Zelanda, la institución que me ha invitado. Esta posibilidad de asistir a misas temprano, a primera hora del día, es una oportunidad que se agradece y valora. A mí me recuerda cuando, siendo estudiante de primaria en Santa Clara, a veces hacíamos lo mismo en la Iglesia del Carmen, pues nuestra casa en ese entonces quedaba a menos de media cuadra del templo. Y, a pesar de lo diferentes que son la Santa Clara de principios de los 80 del pasado siglo y el Auckland del 2011, hay muchas cosas en común entre ambas celebraciones.

En primer lugar, están esa oscuridad y silencio comunes al inicio del día. Todavía no ha salido el sol, ni el tráfico (en Auckland) o el ruido de la ciudad que se despierta (ambas ciudades) han alcanzado los niveles que tendrán más tarde, en plena hora pico (“rush hour” en Inglés). El templo invita a la contemplación y la paz espiritual, y uno puede verlo y sentirlo en cada persona que está allí. La misa es, por fuerza, breve, ante el apuro de seguir con las tareas del día. Pero la celebración se vive intensamente, se disfruta muchísimo. Es como un alto, un coger aire antes de sumergirse en la vorágine cotidiana que sigue.


El Inglés que se habla aquí es diferente al de Norteamérica, y no sólo es el acento, también son las palabras, frases, pronunciaciones. Al punto que a veces se hace difícil entender lo que se dice (ya me lo habían advertido otros colegas entomólogos canadienses que también habían visitado el lugar y les pasó lo mismo). Para colmos, las oraciones que se recitan en la misa también son diferentes a las que se dicen en Canadá. El Padrenuestro, por ejemplo, se recita aquí usando el Inglés moderno, no con palabras inglesas antiguas como en Canadá (y que a mí siempre me recuerda a Shakespeare). Algunas respuestas al sacerdote (“Levantemos el corazón”, “Demos gracias al Señor nuestro Dios”, etc.) son también diferentes y más cortas. El salmo se reza al unísono por todos los que asisten a la celebración, es como una lectura compartida. Las preces las reza el sacerdote, pero después invita a los fieles a añadir sus propias oraciones, como muchas veces se hace en Cuba. En el momento de la Paz la gente se da la mano (tan diferente del frío asentir de cabeza canadiense). Es como una versión anglosajona más relajada y “latina” (en el sentido América Latina, no del idioma Latín) que la que estamos acostumbrados a ver en Ottawa. Y eso al menos, aunque sea para cambiar de aires, se agradece. Por coincidencias y azares de la vida, he podido participar en las celebraciones de las fiestas de los dos santos patronos del templo: San Patricio el 17 y San José el 19 de Marzo.
Hace menos de un mes que el país ha sido estremecido por el terremoto de Christchurch, que dejó más de 200 muertos, gran parte de la ciudad destruida, y la economía considerablemente afectada en sus esfuerzos por restaurar la normalidad de los que sobrevivieron. Ayer se han celebrado los funerales de las víctimas (algunos cuerpos nunca se pudieron recuperar), y hasta ha venido uno de los nietos de la reina de Inglaterra. La televisión se ha hecho eco del solemne acto, incluyendo el servicio religioso. Hay un sentido de dolor profundo, de pérdida. La catedral de la ciudad, uno de los edificios icónicos de Christchurch (que, curiosamente, se traduciría al Español como “Iglesia de Cristo”), ha sido destruída, y dentro de ella perecieron varias personas. Toda esta historia ha sido para el país una fuerte sacudida que ha marcado a las personas. Yo lo puedo percibir en el sentimiento con que se reza en la Iglesia, en la forma de las peticiones durante la misa, en que siempre se pide por Christchurh. Y, también, en la solidaridad que tienen hacia las víctimas del terremoto-tsunami-accidente nuclear de Japón. Los neozelandeses se han identificado de manera especial con la tragedia japonesa, en realidad mucho más grande y traumática que la ocurrida aquí, pero que les recuerda a ellos sus propios padecimientos. Ojalá y todos nos compadezcamos del gran sufrimiento que está padeciendo Japón en estos tiempos. La Cuaresma de ellos está siendo un verdadero Calvario, pero confiemos que también puedan experimentar pronto un momento de Resurrección…
Pero, volviendo a Nueva Zelanda, y a mis limitadas impresiones del lugar, también he podido constatar otro sentimiento en la ciudad. Y es aquel de quien trata de continuar a pesar de los problemas y sufrimientos padecidos. Como se dice en Ingles: “to move on”. Los que viven tienen todavía que continuar sus tareas, nuestra modesta pero necesaria contribución al Reino de Dios. Y por eso, también se habla de la venidera Copa Mundial de Rugby, que se desarrollará aquí dentro de unos meses (en el verano local, que es nuestro invierno en el hemisferio norte). El rugby es aquí el equivalente del hockey para Canadá, el fútbol para Latinoamérica, o el beisbol para Cuba: toda una verdadera pasión nacional. Caminando por la ciudad uno puede encontrar por igual anuncios invitando a cooperar con la reconstrucción de Christchurch o a comprar boletos para la venidera Copa Mundial… La vida sigue su ritmo.
Y ya me tengo que ir a trabajar, en este “otoño” neozelandés de 20 grados sobre cero que -desde la perspectiva del invierno canadiense que dejé atrás hace unos días- a mí me luce como un magnífico verano. Todo es relativo en la vida…

No hay comentarios.: