22 de febrero de 2011

SEGUNDA APROXIMACION AL SANTUARIO DEL COBRE

El 8 de Septiembre en el Santuario del Cobre es un día excepcional. Es una experiencia única, impresionante y emocionante ver al pueblo de toda Cuba rindiéndole honor a su Madrecita, compartiendo con ella sus alegrías y sus tristezas. Los tiempos y situaciones cambian, pero las actitudes de la multitud que se reúne a los pies de la Virgen en su día siguen siendo las mismas. Se respira siempre un aire de unidad de la Nación, desde Pinar a Guantánamo, sin olvidar las “provincias de ultramar” donde tantos exiliados celebran con igual devoción la fiesta, a pesar de las distancias. Es como si todos los cubanos de todas las épocas y regiones juntaran en ese día y lugar todos sus corazones en el grande y amoroso corazón de la Madre de Dios. Madre que es patrona nuestra bajo la advocación de Virgen de la Caridad.


Desde el 7 por la tardecita, cientos de santiagueros junto a visitantes de todos los lugares empiezan su “peregrinar” hacia el Santuario -a unos 18 kilómetros de la ciudad de Santiago de Cuba. Algunos van en guagua (autobús), otros en carro, pero muchos van a pie. Solos o en grupo, en silencio o entonando canciones. A los que no les alcanzan las fuerzas para tan larga caminata, al menos recorren a pie el tramo desde Melgarejo hasta El Cobre (unos 2 kilómetros).

Al salir de la ciudad, generalmente por “la carretera vieja” que es más corta, se mezclan los grupos, las canciones, las oraciones, las personas todas. A lo largo del camino algunos peregrinantes animan a los vecinos que se asoman a unirse a la marcha. Desde sus casas, ellos solicitan a los caminantes que “saluden a la Virgencita de su parte”, y ofrecen agua al sediento, o información de cuánto falta para llegar. Este apoyo era bien apreciado en los años 80 y 90 (cuando nosotros participamos de estas peregrinaciones), pues en esa época no había “puestos de apoyo” con agua, médicos o cosa por el estilo. De modo que los que peregrinaban dependía de sí mismos o de la caridad (¡qué bien se ajusta esta palabra aquí!) de los demás.

Al llegar a El Cobre se siente bullicio, revuelo, agitación por doquier. El Santuario corona lo más alto del pueblo, y desde lejos se oye la música en el templo. Todos se apresuran a subir la escalinata y entrar a la basílica con los corazones palpitando fuerte (parte por el ejercicio, parte por la emoción). Son apenas las 9pm, pero todos los bancos están llenos y la Iglesia rebosa de personas. 


No todos rezan: algunos se acuestan en los bancos o el piso, cansados de la caminata, o de la noche, tratando de recuperar fuerzas para la mañana que se avecina. Se ven maletines y otros bultos aquí o allá. Algún niño llora, quizás por hambre o incomodidad, y la madre trata de calmar al pequeño. Muchas personas preguntan dónde poner sus flores, cómo cumplir una promesa, dónde quedan los baños. Afuera los “merolicos” (vendedores por cuenta propia) aprovechan esta “demanda del mercado” para hacer dinero vendiendo de todo: flores, velas, artesanías locales, pedacitos de cobre de la mina cercana, comida... 


A esta hora no hay mucho orden. Una grabadora llena el aire de música religiosa, y alguien anima al rezo del rosario. Monjas y laicos (muchos de ellos jóvenes) se afanan de un lugar a otro, ayudando, atendiendo, indicando, sirviendo incasablemente. Por doquier se ven flores, muchas flores, que le dan a la basílica su olor bien característico.

Todos los que pueden velan el amanecer cantando, rezando, conversando. Afuera del templo grupos de jóvenes, llenos de energía, se animan con guitarras, tumbadoras, maracas, batiendo palmas. Alguien enciende una fogata y otro grupo se reúne allí. En una esquina se escuchan risas. Hay agua y café a ratos. El lugar palpita de agitación, fervor y devoción.

Muchos de los que están no son católicos, o no frecuentan la Iglesia. Han venido exclusivamente a ver a “Cachita”, y lo demás es secundario para ellos. En esta mezcla de religiones, idiosincrasias, criterios, costumbres, cultura, nivel de vida, procedencia, sentimientos, motivaciones… no hay protagonistas. La única protagonista es la Virgen, que desde lo alto mira amorosa a todos sus hijos.

De pronto es medianoche, y se celebra la primera Misa del día 8. Medio dormidos pero llenos de alegría se canta y pide por Cuba a nuestra madre. El día seguirá con más rosarios, cantos, Misas, sueños, peticiones, llantos, dolor, alegría, amor, confianza en la Madre de todos. No es precisamente un día “organizado” o “tranquilo”, pero sí lleno de espontaneidad, sentimientos puros, total sinceridad. Quizás durante las Misas más avanzadas en el día, con la presencia del arzobispo, clero de la ciudad y un coro “de verdad”, las cosas sean más serenas. 


De momento, en esta madrugada apoteósica, es imposible concentrarse totalmente en la liturgia. Pero en medio de este pluralismo agitado y vehemente, entre el hambre y la necesidad, el cansancio y la celebración, brilla muy fuerte la luz de la Virgen que, como siempre, nos anima y conduce a Dios.

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