6 de enero de 2011

El tema de la Reconciliación en Documentos de la Iglesia Católica Cubana (1986-2000). Primera Parte

Cualquiera que se acerque a los documentos de la Iglesia Católica Cubana, aún cuando lo haga de forma superficial, notará en sus escritos algunos elementos comunes. Estas “ideas–fuerza”, que a manera de hilos conductores se repiten de forma sorprendente, no son obra de la casualidad o de concertaciones previas. Son, más bien, una hermosa muestra del Espíritu Santo que ilumina, inspira y guía constantemente el peregrinar del pueblo de Dios en la Tierra.


Uno de estos temas recurrentes, y casi omnipresentes en el magisterio y en la praxis de la Iglesia Cubana contemporánea, es el referente a la Reconciliación. Queremos comentar sobre este tema en los escritos que abarcan el período de 1986 a 2000. El trabajo, que presentaremos en dos partes debido a su longitud, está muy incompleto porque las fuentes consultadas fueron limitadas. Si a eso se suman nuestras personales limitaciones, lo que sigue debe verse sólo como una aproximación inicial necesitada de considerable revisión.

1) La Reconciliación en el ENEC

En el discurso inaugural del ENEC, Mons. Adolfo Rodríguez, expresaba: “… Y si como han intuido todas las Asambleas Diocesanas, nuestra Iglesia en Cuba quiere ser misionera y quiere ser signo de comunión, entonces la Iglesia cubana tiene que ser necesariamente la Iglesia de la apertura, la Iglesia del diálogo, la Iglesia de la participación, la Iglesia de la mano extendida y de las puertas abiertas, la Iglesia del perdón, la Iglesia de la diaconía…” (1).

En la segunda parte del Documento Final del ENEC (“Fundamentos bíblicos, teológicos y magisteriales”) se dedica y titula un acápite completo a la Reconciliación. Así, se considera: “Porque la persona humana es limitada y pecadora, al hablar de amor a Dios y al prójimo, no se puede dejar de hablar de reconciliación… en Cuba la Iglesia vive su vocación a la reconciliación con Dios y entre las personas de un mismo pueblo, divididas por razones de fe, por motivaciones sociopolíticas o por diversas concepciones filosóficas… La Iglesia Católica comienza por reconocer su cuota de responsabilidad con relación a las tensiones y divisiones de variado género que pesan sobre nuestro pueblo…” (2).

Continúa el documento: “La reconciliación no exige uniformidad de pensamiento y actitudes. Sí exige un esfuerzo de comprensión de las distintas posturas, una valoración objetiva de las mismas, un discernimiento claro y respetuoso de los elementos comunes y de las diferencias y conflictos, y una búsqueda de la posible concertación de objetivos compartidos desde la propia identidad. Supone un juicio previo acerca de la honestidad en la actitud del “otro” y una voluntad de diálogo, concebido éste como el camino más plenamente humano para la superación de todas las formas de conflictividad social…” (3).

Se reconocen las dificultades de diversa índole que atentan contra el diálogo, pero se sostiene con fuerza: “… No permita el Espíritu del Señor que caigamos en estas tentaciones, sino que, por el contrario, las dificultades nos estimulen a valorar, cada día más, la reconciliación y el diálogo, no simplemente como una tarea sectorial, sino como una “perspectiva global del quehacer evangelizador” (Puebla, 1127).” (4).

De forma consecuente, en el primer capítulo de la tercera parte (“Acción Pastoral de la Iglesia”) se afirma: “La Iglesia siente una especial vocación reconciliadora, que debe actuar en todas las dimensiones de la vida personal, familiar, nacional e internacional… La clara opción por la reconciliación y el diálogo – única posible para los cristianos – hace que, tanto en nuestro país como en las demás naciones, deploremos las manifestaciones de violencia y agresividad en actitudes, palabras y obras.” (5).

Hacia el final de esta tercera parte, en el capítulo 8, el documento se refiere a los emigrantes: “Con los cubanos residentes de forma permanente en el extranjero, debe establecerse un acercamiento basado en la mutua y respetuosa aceptación de las diferentes realidades de cada uno de estos grupos humanos. Este acercamiento debe ir más allá del simple encuentro con seres queridos, y de todo interés por las cosas materiales, y debe proponerse, como meta, una comunión moral y espiritual, apoyándonos en la herencia cultural común, que incluye un sustrato católico.” (6).

Es llamativo un comentario sobre la (entonces en boga) Teología de la Liberación y que aparece en el epígrafe 3.2: “La importancia de la Teología de la Liberación no es indiferente para la Iglesia que vive en Cuba… Se hace necesario señalar, al mismo tiempo, cómo la reflexión de la Teología de la Liberación, en nuestra realidad, reclama el complemento de la Teología de la Reconciliación y de la referencia a la práctica pastoral en nuestras circunstancias concretas.” (7). 

En la Instrucción Pastoral de los Obispos de Cuba con motivo de la promulgación del Documento Final del Encuentro Nacional Eclesial Cubano, nuestros pastores expresaron que: “… La intención del diálogo es la reconciliación… No vamos al diálogo con toda la verdad en nuestro poder absoluto, sino en búsqueda de la verdad para encontrarla juntos, en el sincero reconocimiento de los elementos plurales que hay en esta vida… El ENEC ha sido insistente en llamar a la Iglesia cubana a estar abierta al diálogo…” (8).

Por  otro lado reconocieron las dificultades del diálogo (falta de amor, prejuicios sociales, raciales, ideológicos, religiosos, orgullo de las posiciones, etc.); y enfatizaron que toda comunicación humana es siempre difícil a causa del lenguaje, de la ambigüedad de los conceptos, de la ambivalencia de las palabras, y de las diferentes normas semánticas, que exigen una clarificación antes de dialogar sobre los mismos. En este sentido exhortaron: “… Hagamos del diálogo la actitud fundamental y el método normal de nuestras relaciones humanas, porque muchas divisiones que existen entre los hombres son artificiales e ilógicas. Busquemos juntos la verdad, que es patrimonio de todos, sin herir a nadie; ¿para qué lastimar si la intención última del diálogo es la reconciliación?…” (9).

2) La Reconciliación en Mensajes por la Navidad y Nuevo Año

En el Mensaje de Navidad 1986 y Jornada de la Paz 1987 los obispos, al referirse al paso de la Cruz del 5to Centenario de la Evangelización por las diócesis cubanas expresaron: “… La Cruz, una vez más, es el signo de la reconciliación: de los hombres con Dios y de los hombres entre sí…” (10).

En el Mensaje de Navidad de 1989 los obispos invitaron a todos los cubanos a vivir con mayor hondura el amor misericordioso y el recíproco perdón; y a asumir, con una actitud consciente esta calidad del amor, no sólo a nivel de las relaciones personales, sino en todos los ámbitos de la existencia familiar, social, económica, cultural y política (12).

En el Mensaje de Navidad de 1992, después de reconocer los momentos difíciles que vive el pueblo cubano, sus carencias materiales, angustias, tensiones y rencores; los obispos expresan que hay algo esencial que salvar en cada cubano: no sólo la vida, sino el amor transformador, solidario, fraterno, que perdona hasta 70 veces 7, amor que se entrega para dar la vida. (15).

En el Mensaje de Navidad de 1993 los obispos constataron que: “…es alentador observar cómo parece que se está abriendo paso la posibilidad de un diálogo con la emigración cubana y, es de desear también, que esta misma idea se convierta en una esperanzadora realidad por medio de un verdadero diálogo interno… De un modo especial elevemos nuestras súplicas al Señor por la reconciliación y el bienestar de nuestro pueblo, que propicien las condiciones necesarias para que pueda reinar la paz en el corazón de todos los cubanos y en el seno de nuestras familias…” (18).

En la Homilía pronunciada por el Cardenal Jaime Ortega Alamino en la Misa de la Paz del año 2000 se encuentran las siguientes palabras: “... Es necesario además fortalecer una convivencia comunitaria que tenga en cuenta a todos. Hay que lograr que la convivencia entre los hombres y mujeres que integran un mismo pueblo se impregne de amor, de sentimientos de benevolencia y solidaridad entre todos. Esta solidaridad, para nosotros, cristianos, se llama fraternidad, pues todos somos hermanos, hijos de un mismo Padre. Para que muchos en nuestro pueblo puedan alcanzar la meta de una convivencia verdaderamente comunitaria, fundada en el amor al prójimo, será necesario asumir también criterios que valoren y promuevan la reconciliación entre los que se hallan distanciados, enfrentados, cargados de rencores...” (32).

3) La Reconciliación en la Carta Pastoral “El Amor todo lo espera” (1993)

En el formidable documento que constituyó El Amor todo lo espera hay muchas ideas hermosas sobre la reconciliación, de las cuales apuntamos algunas: “… La familia: el lugar de la fiesta, de la confianza, de la reconciliación, del amor, donde todo el mundo se siente bien, se desarma y baja sin miedo la guardia, porque el hogar es puerto seguro donde se calman todos los temporales… Todos quisiéramos, y esta es nuestra constante oración, que en Cuba reinara el amor entre sus hijos, un amor que cicatrice tantas heridas abiertas por el odio, un amor que estreche a todos los cubanos en un mismo abrazo fraterno, un amor que haga llegar para todos la hora del perdón, de la amnistía, de la misericordia. Un amor, en fin, que convierta la felicidad de los demás en la felicidad propia… Hablamos como cubanos a todos los cubanos, porque entendemos que las dificultades de Cuba debemos resolverlas juntos todos los cubanos… ¿Cómo podemos dirigirnos a ellos [se refiere los cubanos que viven en el extranjero]  para pedir ayuda si no creamos primero un clima de reconciliación entre todos los hijos de un mismo pueblo?… es necesario que, abiertos a las exigencias de la realidad, busquemos sinceramente la verdad con un corazón dispuesto a la comprensión y el diálogo… los caminos que conducen a la reconciliación y a la paz, como el diálogo, tienen un innegable respaldo popular y, además, mucha simpatía y prestigio… un diálogo que pase por la misericordia, la amnistía, la reconciliación, como lo quiere el Señor que “ha reconciliado a los dos pueblos con Dios uniéndolos en un solo cuerpo por medio de la cruz y destruyendo la enemistad (Ef 2, 16)… Es la hora queridos hermanos, de levantar los ojos del corazón a Dios nuestro Padre, suplicándole la reconciliación entre nosotros, el triunfo del amor y de la paz…” (16).

En declaración del Comité Permanente de la COCC (7 de Octubre de 1993) en respuesta a los comentarios oficiales sobre El Amor todo lo espera se expresó: “… Aspiramos también a que este diálogo se dé en todas las instancias, porque la unidad entre todos los cubanos depende de la capacidad para concertar y esto sólo se logra nucleando lo diverso a través de un diálogo… Invocando para todo nuestro pueblo la bendición de la Virgen de la Caridad, los obispos cubanos seguiremos hablando el lenguaje del diálogo y la reconciliación porque creemos en la fuerza incontenible del “amor que todo lo espera” (1 Cor 13, 7).” (17).

4) La Reconciliación en las Semanas Sociales Católicas

En la Memoria de la Jornada Social Católica de 1991 se reproduce un mensaje de la Secretaría de Estado del Vaticano, donde Juan Pablo II saluda con particular afecto a organizadores y participantes de la Jornada, y los invita a “… hacerse promotores de los principios de solidaridad cristiana y pacífica convivencia entre los hombres para que, desde la luz del Evangelio, se creen marcos de reconciliación y fraterna armonía en el respeto de la persona humana y sus legítimos derechos…” (24).

En esta misma Jornada, el Padre José Conrado Rodríguez en su conferencia “Estado y Cultura” afirma hacia el final de su trabajo: “… Para los que pensamos en clave de futuro, aún a pesar de la incertidumbre en que vivimos, el mañana de nuestra patria y de nuestro pueblo tiene que pasar por la reconciliación, el perdón, por la conversión personal y colectiva hacia el ideal martiano del “con todos y para el bien de todos”, que expresa hermosamente el ideal cristiano de “ámense los unos a los otros”… Si lo que pretendemos es un futuro de paz en nuestra patria cubana donde quepan realmente todos los hijos de esta tierra, ese futuro se debe construir sobre la base del diálogo… diálogo crítico y lúcido, comprometido y responsable, que no se conforma sólo con palabras sino que tiende y se extiende desde y para la praxis: que supone y exige una acción consecuente…” (25).

En la 3ra Semana Social Católica (1997), el Padre René David Roset desarrolló una excelente conferencia con el título “Reconciliación y Paz”, de la cual sólo tomamos algunos apuntes de entre los que nos parecieron más sobresalientes, sin agotar ni mucho menos la riqueza de este trabajo: “...La reconciliación y la paz son una obra más divina que humana, aún cuando es una gran responsabilidad nuestra... La reconciliación y la paz requieren nuestra oración perseverante y solidaria, pidiendo por nuestra propia metanoia y reconciliación con nosotros mismos, por el esfuerzo de nuestra Iglesia por ser más evangélica, por no ser signo de contradicción faltando a las exigencias evangélicas y por estar siempre dispuesta a tomar la iniciativa de los pasos que encaminan a la reconciliación; pedir por la unidad de los cristianos, por los dirigentes de los pueblos, por los grupos o pueblos que están en pugna; pedir por la reconciliación de los hombres con Dios y entre ellos. El Padre Nuestro, en que pedimos el perdón de Dios a nosotros como perdonamos a los que nos ofenden, es por excelencia una oración promotora de reconciliación y de paz, si somos sinceros al rezar y contamos con la ayuda de su gracia... La devoción a la Virgen de la Caridad es un inestimable factor de unión entre todos los cubanos, estén o no estén en Cuba. Desde que los Mambises pidieron su protección, es Patrona de Cuba, es la Madre de todos los cubanos, de todos los hijos de la Madre Patria... La reconciliación de la persona consigo misma se beneficia de la reconciliación con los demás, pero también es una condición de la reconciliación con ellos. Para ser reconciliador es preciso estar reconciliado consigo... Es la reconciliación con Dios que reconciliará la persona consigo misma, que le dará paz y realismo espiritual y la capacitará para trabajar por la reconciliación de los demás... La Patria debe ser vínculo de unión entre los cubanos aún cuando hay discrepancias entre ellos por el problema político. Pero es sobre todo nuestra fe cristiana que nos obliga a sentirnos responsables de la salvación de los once y medio millones de cubanos, y para salvar hace falta, en la continuidad de la encarnación redentora de Jesús, ser solidarios de todos. Esa es la Cruz del Señor y la nuestra; esa Cruz que extiende sus brazos a los que apoyan el sistema actual y a los que aspiran a una mejor sociedad... Es decir, la reconciliación de los cubanos de Cuba y los cubanos que están en otros países. También tendremos que vivir la Cruz que extiende sus brazos a los cubanos del exterior, que comprenden nuestra situación y a los que la rechazaban. El ser cubano, la preocupación por Cuba, es un elemento importante de unión pero haría falta la paz, la serenidad, la ecuanimidad que da la vivencia de la Cruz para estar presentes de manera salvífica, reconciliadora, con los unos y los otros, ayudándoles a comprender que la mejor ayuda es hacer confianza a los cubanos de Cuba y contentarse con una ayuda espiritual y material... (26).

En la 4ta Semana Social Católica (1999), Jacqueline Rodríguez Pablos, Lázaro Lerencis Moreno y Cristina Pérez Viada expusieron en el acápite Necesidad del diálogo en el presente y futuro de Cuba de su Ponencia Educación para el Diálogo: “Teniendo en cuenta las condiciones específicas de nuestro país... consideramos que el diálogo es el primer paso en un largo camino de reconciliación que debemos iniciar sin demora, “por todos y para el bien de todos”, de hecho y no de palabra. Trabajar para resolver los problemas que afronta Cuba es un asunto apremiante de los cubanos. Sin exclusión, pero sin injerencias de ningún tipo, debemos esforzarnos por buscar puntos comunes, sacando el odio de nuestros corazones, apartando los resentimientos y poniendo por encima de los intereses personales o particulares, los sufrimientos de todo un pueblo, cuya situación todos conocemos, de muy cerca o de lejos. El que no esté dispuesto a emprender este apostolado con el corazón abierto al amor y a la solidaridad hacia sus hermanos cubanos, cualesquiera que estos sean, partiendo del perdón, con la idea suprema de salvar a Cuba, que no diga que quiere resolver los problemas existentes...” (27).

De esta misma Semana Social es la Ponencia Participación ciudadana y reconciliación nacional, de Dagoberto Valdés Hernández; quizás el documento más amplio, profundo y completo que ha elaborado un laico cubano sobre el tema. Apuntamos algunos elementos de tan extenso e importante trabajo, incluyendo algunas de las citas de otros autores que el propio Dagoberto hace: “...La reconstrucción material, moral y espiritual de la Nación cubana necesita de un proyecto que promueva la reconciliación nacional contando con la participación consciente, libre y responsable de los ciudadanos. Sin una reconciliación que abarque a todos los sectores, tendencias y opciones políticas, religiosas y filosóficas y a todos los hijos de Cuba, vivan donde vivan y piensen como piensen, no habrá un futuro seguro con paz y desarrollo... Diez años después del ENEC, la Iglesia cubana se reunía de nuevo para continuar su reflexión; del II ENEC surgen cuatro proyectos de reconciliación con Dios, con uno mismo, con los demás y con la naturaleza que aún aguardan por una mayor concreción pastoral... En una reflexión sobre el Padre Nuestro, el Cardenal Arzobispo de La Habana expresaba: “La batalla que se ha trabado, especialmente durante este siglo XX que concluye, es entre una visión cristiana del hombre y de la sociedad o una concepción no cristiana de las realidades humanas. Desde Nietzsche y Marx hasta Hitler y Stalin se han enfrentado, con gran costo humano, ideologías diversas, pero teniendo todas ellas en común el rechazo de Dios Padre, la ausencia de misericordia, su capacidad para generar enfrentamiento y no para auspiciar la reconciliación... aún hoy, y no sólo en nuestro medio, suenan extrañas palabras tales como misericordia y reconciliación... en estos días de juicios y castigos, de abundantes policías que estrenan su oficio con cierta impericia, de temores fundados o infundados que crean desazón, los invito... para volver a lo esencial del mensaje cristiano... que se resume en las actitudes evangélicas de misericordia, humildad y espíritu de reconciliación” (Aquí la Iglesia. Año 2. No.2. Marzo 1999)... Otro de los obstáculos para la reconciliación es la falta de diálogo para solucionar la conflictividad que surge naturalmente de la diversidad del mundo y de la sociedad... Durante décadas los modelos de vida, los criterios de juicio, los puntos de interés, los paradigmas de comportamiento resaltaban la mentalidad “combativa”... Puede parecer nimio pero algo más profundo que el lenguaje que casi siempre es expresión del corazón, necesita ser removido del ambiente de confrontación que se sostiene en Cuba contra todo el que no piensa igual, no se ajusta a los comportamientos políticos o expresa públicamente una opinión diferente... Mons. Adolfo Rodríguez lo decía así, en una de esas reflexiones que esclarecen tanto lo que muchos queremos decir y él alcanza a plasmar con precisión cubanísima: “Un pasado conflictivo pesa como una hipoteca en la memoria de la cabeza de muchos, y lo que es peor: en la memoria del corazón; el recuerdo de actitudes históricas vituperables de parte y parte, de discriminaciones, marginaciones, ofensas... no deja a algunos completamente neutrales y disponibles para dejar definitivamente encomendado el pasado a la misericordia de Dios, el futuro a la providencia de Dios y el presente a la búsqueda del reino de Dios. Sería mala señal creer que en la Iglesia no tenemos nada de qué arrepentirnos porque tenemos las manos completamente limpias de toda responsabilidad. Algunas personas parecen capitular de la esperanza de una reconciliación y de la unidad como si esta imagen fuera ya para siempre la imagen del futuro; como si no hubiera más remedio que mirarnos así y tratarnos siempre así...” (Apuntes para la línea espiritual de la Cuaresma de 1991, pág.7) (28). Al final el autor propone posibles itinerarios y líneas de acción para la reconciliación nacional.

NOTA: Los números entre paréntesis se refieren a citas bibliográficas, las cuales se detallarán en la Segunda y última parte de este trabajo.

No hay comentarios.: