20 de diciembre de 2010

MONUMENTO AL "SOLDADO DESCONOCIDO" DE LA IGLESIA CUBANA

Todos conocemos bien el significado de “Soldado Desconocido”, y los innumerables monumentos y reconocimientos que se han hecho y hacen para recordarlos en todas partes. Esas personas simples, sin nombres apuntados en los textos de Historia, pero que sin embargo contribuyeron inmensamente.

La Iglesia cubana también ha tenido sus “Soldados Desconocidos”, lo que quizás el término no refleje bien la situación. Porque nos estamos refiriendo aquí a las personas que mantuvieron las parroquias funcionando en los peores momentos de represión contra la Iglesia, en las décadas de los 60 y 70. Y esas personas fueron, en su inmensa mayoría, mujeres. Mujeres de mediana o tercera edad, que constituyeron el corazón de una Iglesia herida de gravedad ante tantos golpes y pérdidas. Estas mujeres lo mismo preparaban las cosas en la Sacristía antes de las misas, que limpiaban el templo, cocinaban para el sacerdote, daban catequesis, traían a nietos o sobrinos a bautizar a la Iglesia… Por años constituyeron el bastión laical indestructible que resistió todo tipo de ataques. Y cuando otros “abandonaron el barco”, ellas se mantuvieron allí, firmes y constantes con su labor, sin importar cuánto hubieran decaído los servicios pastorales, o cuán escasa en niños fuera la catequesis, o cuán vacío estuviera el templo…

Estas fueron las mujeres que prepararon a la siguiente generación de católicos, aquellos que eran niños cuando el triunfo de la “Revolución” y que se volvieron adultos en los años 60 y 70. Esta “segunda generación”, por llamarla de algún modo, tomó el relevo de esas señoras y continuó la marcha de la Iglesia hacia el ENEC y más allá (hablaremos más de esto en otros comentarios). Pero estas mujeres quedaron en la parroquia, ahora más viejas, quizás menos actualizadas con los “nuevos tiempos”, en ocasiones tristemente ignoradas… Aunque afortunadamente la mayoría de los católicos estaba (¡y todavía estamos!) consciente del papel que estas mujeres desempeñaron en la supervivencia y continuidad de la Iglesia. Muchas veces hemos escuchado decir a sacerdotes y obispos, con admiración y respeto en su voz: “¡La viejita X fue la que mantuvo la parroquia Y por muchos años!”.


Si hacen un pequeño esfuerzo de seguro que todavía las recuerdan. Si quieren pueden escribirnos y compartir los recuerdos que tengan de ellas en sus respectivas comunidades. Muchas ya han fallecido, otras están muy viejitas o enfermas… Pero, sin importar que su época haya pasado y que sus recuerdos se borren en el olvido humano, arriba en el Cielo sus nombres están grabados para siempre como lo que fueron: baluartes hermosos del Reino de Dios. Desde aquí les mandamos un beso a todas.

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